El humo del
tabaco se esparcía por la habitación llegando a cada rincón. Tumbado en la cama
se preguntaba si habría sido lo correcto el haber actuado así.
La dejó
marchar para que cumpliera sus sueños, la dejó marchar porque sabía que aquí no
podría haber vivido, que se acabaría atormentando. ¿Y qué sería de él? Sí, era verdad que la
olvidaba cada cierto tiempo y ella hacía como si no le importara demasiado, al
fin y al cabo, la tenía allí siempre para todo. Su temor a algo inexplicable
aparecía cada vez que iba a perderla sin poder explicarle nada; si él no lo
entendía, cómo iba a entenderlo ella.
Sus vidas
se habían separado definitivamente. Ella era la primera que no creía en una
separación, creía en el destino y ellos eran el destino; pero el destino se
equivocó.
Ella era la
de la fuerza, la de la voluntad, la de los sueños mágicos.
Él, el
chico rebelde, vivía el presente sin preocuparse demasiado por el futuro y
ahora el futuro lo había absorbido sin dejarle apenas espacio para respirar.
El humo se
aferraba a sus pulmones, hacía años que fumaba y no tenía intención de dejarlo.
Ella era la única que de verdad ponía insistencia en que lo dejara e incluso
ella se cansó de todo eso, de insistir, de luchar…
Tumbado en
su cama se arrepentía de tantas cosas, la culpaba a la vez de tantas cosas que
su cabeza no sabía cómo actuar. Sólo sabía que ella no estaba y que no volvería,
que era feliz donde fuera que estuviese; sin todas las preocupaciones que tenía
aquí. Él también era feliz, ¿no? No había nada que le preocupara, ella estaba
cumpliendo su sueño y él seguía con su vida que había llevado siempre: su piso,
su carrera, su moto. Todo lo que había querido siempre. Sin embargo existía un
gran vacío en toda su felicidad y ella ya no estaba para ocupar ese hueco.
Una semana de retraso (esto es imperdonable). Siento muchísimo el despiste. Aquí, una pequeña parte de una historia que escribí hace años. Disfrutadlo. Saludos!
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