Tez pálida, ojos dulces, gestos gráciles y temperamento
calmado. Estos eran algunos de los rasgos que caracterizaban a aquel joven. Tímido
aunque risueño, hacia ya varios años que habitaba, durante escasas horas aquel
rincón de la plaza.
Y era allí, rodeado de los mejores artistas de la ciudad,
donde el se encargaba de invocar su arte, así pues con el permiso de grandes
músicos, poetas y algún que otro pintor de renombre, montaba su puestecito, un
pequeño escaparate lleno de cachivaches, y artilugios de todas las formas y
colores, de los cuales curiosamente cada
uno de aquellos pequeños mecanismos, era inexplicablemente más extraño y
asombroso que el anterior.
Así pues, evitaba reseñar su arte en el centro de la plaza,
ese no era su estilo, por ello se apartaba a un rincón donde solo algunos
aventurados se acercaban a contemplar dicho espectáculo.
Su arte era peculiar, inusual, distinto, diferente… y pese a ello no era el más famoso de aquella
singular plaza. Su público se conformaba principalmente, por curiosos
pequeñajos y algún que otro inconformista, y pese a que su público era reducido
ninguna persona que hubiera contemplado su actuación podría olvidarlo nunca.
La actuación comenzaba siempre de la misma forma, un
pequeñin se acercaba a la mesa y preguntaba
“¿Tú que haces?” a lo que el artista respondía con un “shhhhhhh”
reclamando silencio, y acto seguido y con gesto amable sacaba alguno de sus
artilugios y lo hacia funcionar.
A veces eran sombras chinas, otras veces replicas de
Helicópteros antiguos que se elevaban sin motivo aparente, también gustaban los
juegos de luz y agua, miniaturas de trenes y otro gran conjunto de artilugios,
que independientemente de su tipo y función desataban en todos la misma
respuesta, un sorprendente “halaaaaaaaaaaaaaaaaaa” seguido como no, de una
preciosa sonrisa, y era en ese momento donde FLASH, de una maquina salía un
poco de humo, y al cabo de un rato aparecía una imagen de la inigualable
sonrisa, y esta imagen de la más preciosa curva que pueda haber en una persona,
era dada a su creador.
La gente quedaba alucinada, no solo con el artilugio en si,
sino con aquella vieja cámara que era capaz de retratar por un momento ese
instante de asombro, y porque no, felicidad. Y era aquí cuando los pequeñazos
preguntaban “¿Cómo lo ha hecho?” a lo que el joven contestaba “¿Yo? Jaja. Yo no
he hecho nada, has sido tú”

Y es que, había surgido un genio, un talento, un verdadero
Artista, alguien que tenia por cita y máxima que:
Una gran sonrisa es
un bello rostro de gigante.
(continuara…)
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